sábado, 17 de abril de 2010

EL SILENCIO QUE QUEDÓ ATRÁS


Por Gustavo Montenegro Cardona.

Facilitador del Módulo de Desarrollo Humano

Tenía un miedo, un miedo particular, una sensación que bailaba entre el asombro, la duda, algo de zozobra, una tensión muscular en el cuello y un signo de interrogación escondido entre mi cerebro. Me habían hablado del silencio de los jóvenes que hacen parte de la Escuela de Liderazgo en Ricaurte, me habían mencionado de la baja participación de algunos integrantes del pueblo awá que resguardados en cierto mutismo generaban dudas sobre su contacto con los contenidos que propone el ejercicio formativo, había toda una expectativa, todo un reto. Para completar la fortuna de mi camino partimos a las tres de la tarde desde Pasto y antes de llegar a Túquerres la camioneta sacó la mano, un recalentamiento de motor nos dejó al abandono bajo la lluvia, el frio y el aumento de las tensiones que ya eran muchas para ese momento. Las tenues luces de Ricaurte se asomaron cerca de las 9 de la noche, para mi fortuna nuevamente me encontré con dos dinamizadores dispuestos, conectados con el proceso, inmersos en la dinámica local, amables y generosos. Julio y Marcela comenzaron por aliviar el temor.

La mañana del sábado 10 se cubrió de una llovizna suave, pero constante. Julio Puchana, uno de los dinamizadores del proceso, miembro de la comunidad awá, recibió a los participantes de la Escuela con la voz puesta en su sitio, recordando el sentido y el compromiso de ser parte de esta oportunidad para la transformación, su motivación fue general y desde ahí todo comenzó bien. Era necesario dejar el silencio a un lado, ponerlo en su justa medida, pero también reconocer cuáles eran las preocupaciones particulares de los silenciosos y de aquellos y aquellas que al parecer, más por situaciones de temor o de la timidez propia de la edad, preferían resguardarse hasta detrás de las carpetas para ocultar su rostro y su palabra.

Bastó tomar la iniciativa, poner movimiento en el grupo, replantear el sentido del imaginario del joven como líder, plantarse con algo de tenacidad frente a los muchachos y muchachas. Desde ahí todo fue diferente, la historia cambió, de manera que horas después parecía que ya estaba en otro municipio, pero no, seguía en Ricaurte, en el selvático municipio que establece la frontera de entrada hacia el pacífico nariñense.

Del módulo queda la gratitud de los jóvenes que valoraron la visualización de materiales como los fragmentos del documental “El milagro del Candeal”, las actividades de representación de imaginarios de desarrollo y subdesarrollo, el intercambio de pensamientos que validan al otro como interlocutor, y para mí, como facilitador, la satisfacción de haberle dado una lección al silencio.

Ricaurte también está adelante, adelante con los jóvenes.

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